Mordió el polvo de la luna negra. Buscó algo en que asirse pero ya no había nada. Vio el humo que escupe el alma cuando se inmolan sueños, ideas y amores. Lo tomó en sus brazos, el cuerpo se le resquebrajo y los dedos se le tiznaron. Ya era tarde para sopesar los hechos y muchos los riesgos de seguir amando y quedándose ahí.
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